... y se ilustra con Gerard Miquel

lunes, 9 de julio de 2012

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   “metafísica. (Del gr. tardío μετὰ [τὰ] φυσικά, después de los [libros] físicos, designación que se aplicó en la ordenación de las obras de Aristóteles a los libros de la filosofía primera).1. f. Parte de la filosofía que trata del ser en cuanto tal, y de sus propiedades, principios y causas primeras. // 2. f. Modo de discurrir con demasiada sutileza en cualquier materia. // 3. f. Cosa que así se discurre.”

   Tendiendo la colada, no sé por qué, o quizás el aburrimiento que me produce colgar la ropa mojada en la cuerda me hace pensar en la vida y la muerte. Encuentro cierta semejanza entre la humanidad y la vestimenta. Las camisetas, por ejemplo, cada una de diferente color, estampado,  como nosotros, pero con similar patrón. Al igual que pantalones, calcetines, vestidos… Todos tejidos pero de diferentes fibras, unos más sensibles que otros. Muy pocos “Alta Costura, algunos más “Pret a Porter” y la mayoría patronaje industrial, ropa de batalla.  Prendas metidas en una rueda de vida, lucir en cuerpo, ensuciarse, dar vueltas y vueltas en la lavadora para limpiarse, aclararse, tenderse, secarse y vuelta a empezar el proceso. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez,  hasta que van perdiendo color y consistencia, les empiezan a salir agujeros, a descoserse o a rajarse acabando así sus días... Ahora cojo un vaquero, lo extiendo bien para que no se quede muy arrugado. Es muy importante el proceso de tendido a las que no nos gusta la plancha... De estas reflexiones coladas en mi cabeza, de repente, aparecen  otras. ¿De dónde salen estas ropas? Tendrá que existir un sastre que las haga, algo así como un Amancio Ortega del Cosmos. ¿O quién  las viste? Por que no tiene sentido que estén ahí para no ser usadas. Acabo de pasar a la metafísica más primitiva y me  planteo  irremediablemente  la figura de dios.  Puede que tal vez exista. Y que nos vista, a unos con más asiduidad que a otros. Sus preferencias tendrá y su fondo de armario también. Alguien que nos manche O que nos lave, a unos a mano, a otros en lavadora y sin suavizante. Y que  nos use hasta morir... Mientras pienso todo esto, sigo con el aburrido tender. Cojo un calcetín pero, al acercarlo a la cuerda, se me cae al patio de luces ¿Qué hago? ¿Bajo seis pisos en una finca sin ascensor para luego tener que subirlos?  ¿Lo recojo? ¿O lo dejo ahí? Es tan sólo un calcetín, pienso,  con algún zurcido... Ahora si que podría afirmar la existencia de dios ya que me siento como tal jugando con el destino del desdichado cubrepiés.  Somos sus trapos. Y nos ha dejado un poco tirados.




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